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Visitar la casa hasta siete veces

Por Samuel Udelman. Ganador de primer premio del Concurso Segundo Serrano Poncela, edición 2010.

Queridos profesores, compañeros estudiantes, invitados todos:

En esta ocasión dirijo a ustedes este breve mensaje con motivo de la entrega de reconocimientos a los ganadores del concurso "La escritura hecha en casa", en su edición 2011.

Es habitual escuchar entre la gente, especialmente entre aquellos que han acumulado más experiencia, que para conocer a alguien hay que ir a su casa. Esta frase, como tantas otras que condensan parte de la sabiduría popular, se nos presenta sencilla y ligera, pero no debe ser subestimada por ello. Hay en estas palabras una clave para entender quién se es y por qué se es como se es.

Fijémonos primero que al hablar de "casa", gracias a las bondades del lenguaje, podemos referirnos al edificio donde se habita, a la familia, a un linaje o incluso podemos hacer alusión al país, a la patria. El término recibe estas y otras connotaciones, y es interpretado de acuerdo al contexto en el que se emplea. Sin embargo, la mayoría de los usos tienen un común denominador: son mucho más que una denominación de origen. Con esto, decimos que al conocer de qué casa se es no sólo obtenemos información acerca del lugar geográfico de procedencia, sino que podemos trazar esbozos en relación con la identidad del sujeto. No en vano en la mayoría de las culturas a lo largo de la historia, al nombre de pila se le agregaba el nombre del padre o el de la región de origen. De todas las variables involucradas en el desarrollo del ser humano, no cabe duda de que las casas a las que alguien pertenece juegan un rol fundamental en su formación.

Por otra parte, conocer a una persona va más allá de aprender algunos datos biográficos. No basta siquiera con saber sus miedos, sus alegrías, sus sueños. Se trata de entender, tanto como se pueda, el porqué de aquellos sentimientos, de aquellas emociones, a tal punto de anticiparse a ellos y a las acciones que sucederán. Es un trabajo de vida, que no acaba sino con ella, el conocer a otros... pero aún más, el conocerse a sí mismo.

Para dar pasos hacia adelante en esta empresa, siguiendo el consejo de nuestros mayores, debemos visitar la casa, la nuestra, y no sólo mirarla una vez sino hasta siete veces, prestando la máxima atención posible para que no se nos escapen detalles y haciéndolo sin piedad para no ignorarlos adrede. La casa es un poco Venezuela, es un poco Caracas y un poco más la universidad. La casa comprende aún más a nuestros amigos y mucho más a nuestra familia. Pero sobre todo, la casa soy yo, es decir, cada uno. Porque en lo que se refiere a estos temas tan propios, diría Rilke que "Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie...". Y, en este sentido, para comenzar a construir y habitar la casa, recomienda el poeta de lengua alemana: "No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo".

La escritura hecha en casa, que es el nombre que recibe este concurso, en mi opinión, hace esfuerzos para promover esto entre los que estudiamos en la Universidad Simón Bolívar: la expresión de nuestros anhelos, miedos, alegrías y tristezas más profundas, a través de la literatura. Es por ello que aprovecho esta oportunidad para agradecer sinceramente a todos aquellos que hacen posible este evento —profesores, jurado y personal administrativo del Decanato—, más aún en tiempos difíciles. A ustedes muchas gracias.

Asimismo, termino felicitando muy especialmente a todos los participantes, quienes reconocidos o no, al transportar parte de lo que son al papel, en forma de cuentos, ensayos o poemas, ya son, sin lugar a dudas, ganadores.