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La Riqueza

Félix Ojeda Hernández

Uno de los conceptos centrales del pensamiento económico de todos los tiempos es lo que denominamos riqueza. Desde los albores de su época clásica, la Economía Política (ciencia que comprende lo fundamental del pensamiento económico) procuró explicar la noción de riqueza. Así, el francés Pierre Le Pesant, señor de Boisguillebert (1646-1714), escribió durante el reinado de Luis XIV un libro muy importante titulado Tratado sobre la Naturaleza de la Riqueza, del Dinero y los Impuestos. Más tarde, en 1776, el escocés Adam Smith (1723-1790) publicó su Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, la obra más célebre de la economía política del siglo XVIII. Smith escribió sin rodeos lo que entendía por riqueza: "Todo hombre es rico o es pobre según el grado en que pueda gozar de las cosas necesarias, convenientes y gratas de la vida". Esta idea es extensible a la nación. Por lo tanto, la riqueza de una nación es el conjunto de las cosas necesarias, convenientes y gratas a la vida de que disponen sus ciudadanos. Así como hay hombres pobres y ricos, también hay naciones pobres y ricas.

La riqueza nacional está compuesta por los medios de producción (máquinas, herramientas, equipos, materias primas, edificaciones, vías de comunicación, medios de transporte, etc.), bienes de consumo (alimentos, calzado, libros, obras de arte, etc.) y los recursos naturales, tales como los bosques y los yacimientos de minerales.

En los países ricos se ha acumulado con cl tiempo y se produce anualmente una enorme riqueza consistente en medios de producción y bienes de consumo. Su riqueza proporciona a estos países un extraordinario poder económico, político y militar en el escenario mundial.

La riqueza no consiste esencialmente en la abundancia de recursos naturales. Japón, por ejemplo, es un país rico dotado de escasos recursos naturales. En Estados Unidos encontramos una nación muy rica donde son abundantes las riquezas naturales. Perú es un país pobre, aunque su naturaleza le ha prodigado innumerables recursos.

Ahora bien, no hay duda de que la abundancia de recursos naturales es una condición muy favorable para la creación de la riqueza nacional. Esto lo comprendían ya muy bien los mercantilistas -siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII- razón por la cual fomentaron tanto el comercio, la conquista de colonias y la piratería.

Es importante tener presente que la riqueza no es principalmente una bondad de la naturaleza; la riqueza hay que producirla. La riqueza de toda nación que con el tiempo se ha hecho muy rica, se debe esencialmente al trabajo de sus habitantes. Sin embargo, este asunto no es tan simple como parece a primera vista. Por ejemplo, es falso que ciertos países son muy ricos porque sus ciudadanos trabajan mucho; sabemos que en África y en nuestra América Latina tenemos regiones muy pobres cuyos pobladores trabajan todos los días intensamente de sol a sol. No puede negarse que la abundancia de las cosas que forman la riqueza depende de la cantidad de trabajo que se emplee; no obstante depende muchísimo más de la productividad del trabajo (volumen de producción por unidad de tiempo de trabajo). Los trabajadores japoneses crean mucha riqueza por cada hora que trabajan porque la productividad de su trabajo es muy alta. La productividad del trabajo, como señaló Karl Marx (1818-1883), depende de diversos factores, "entre los cuales se cuentan el grado medio de destreza del obrero, el nivel de progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social del proceso de producción, el volumen y la eficacia de los medios de producción y las condiciones naturales."

Hoy en día en los países ricos se proporciona un extraordinario impulso a la ciencia y a la tecnología, así como a su aplicación en la producción, porque se tiene verdadera conciencia de que este factor es clave para incrementar la productividad del trabajo y por ende, la riqueza.

En el plano macroeconómico (nivel global de la economía) observarnos que los pueblos cuyo trabajo es cada día más productivo, procuran trabajar menos diariamente; es decir, reducir la jornada laboral para aumentar el tiempo libre. Durante este tiempo la fuerza de trabajo de los trabajadores no pertenece a sus patronos; los trabajadores tienen entonces la posibilidad de 1) trabajar íntegramente para sí mismos, por lo que la riqueza que crean les pertenece totalmente; y 2) dedicarse al ocio.

Durante el tiempo de ocio los trabajadores no producen riqueza; lo que hacen es consumir riqueza que han creado anteriormente. El ocio es, pues, en relación con la riqueza, una actividad negativa puesto que la consume, mientras que el trabajo es una actividad positiva, ya que la crea.

EI ocio de los trabajadores no es criticable, como piensan muchos patronos y trabajadores mismos; en primer lugar, porque es necesario para reponer el desgaste de la fuerza de trabajo que tiene lugar durante la jornada laboral; y, en segundo término, en razón de que el tiempo de ocio lo requieren los trabajadores para poder mantenerse y desarrollarse, no sólo como trabajadores productores de riqueza sino como seres humanos.

Así pues, el ocio no es riqueza, y, sin embargo es necesario, conveniente y grato para la vida. Se comprende que el ocio es una condición necesaria para la creación de riqueza y, además, es bueno recordar que innumerables ideas que posteriormente han conducido a invenciones de importancia fundamental en la creación de la riqueza, han surgido de meditaciones realizadas por el hombre en sus horas de ocio.

La riqueza que la sociedad crea por medio del trabajo humano (es decir, sin incluir los recursos naturales) se llama producto nacional y se mide anualmente. Cuando el producto nacional crece se habla de crecimiento económico y muchos suponen que esto significa un incremento de riqueza que siempre aumenta el bienestar social. Sin embargo, la verdad es que la riqueza puede elevarse sin que crezca el bienestar de la sociedad. Un claro ejemplo de esto es el hecho de que al aumentar la producción de automóviles, artefactos convenientes y gratos para la vida, también se eleva la contaminación ambiental que destruye riquezas naturales y genera serias enfermedades.

A medida que nos internemos en el siglo XXI comprenderemos cada vez más que la producción de riqueza es un proceso de creciente interés colectivo. Un día llegará en que la armonización de los intereses individuales con los intereses colectivos se convierta en la norma que gobierne la producción de la riqueza.
Universalia nº 1 Abr-Jul 1990