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Para conocernos mejor estudiando la Cultura Japonesa

Carolina Iribarren

El curso de Civilización y Cultura Japonesa, además de ser un curso sobre Japón y los japoneses, su historia, situación geopolítica, su sociedad, su arte, etc., es un curso de descubrimiento personal, es también sobre nosotros los venezolanos como individuos y como miembros de la sociedad venezolana. Es un curso donde se discute hasta qué punto somos el producto de la cultura en donde nacimos. Explorando una cultura tan diferente a la nuestra, una cultura "Oriental", terminamos conociéndonos mejor como miembros de una cultura "Occidental".

Todos los seres humanos pertenecemos a un grupo cultural, es decir un conjunto de individuos unidos por ciertas relaciones, que comparten ciertos patrones de creencias y conductas que los diferencian de otro grupo cultural. Debido a nuestro lugar y circunstancias de nacimiento, creceremos y nos desarrollaremos dentro de un grupo cultural determinado y tenderemos a identificarnos con los otros miembros de este grupo hasta el punto de que nuestra identidad como individuo se puede llegar a confundir con la identidad del grupo. A veces pensamos que somos más "únicos" de lo que somos en realidad. Pero ¿qué sucede cuando somos sacados de nuestro ambiente nativo y transportados a un medio ajeno? Generalmente al encontrarnos dentro de una cultura diferente a la nuestra nos preguntamos: ¿Por qué esta gente se comporta diferente a nosotros y nosotros diferentes a ellos? Y mientras más diferente sea esa cultura a la nuestra el contraste será mayor y generará un mayor conocimiento sobre nosotros mismos. Es más fácil ver un punto negro en un fondo blanco que en un fondo azul oscuro.

Como ejemplo de lo anterior me gustaría usar dos tópicos que hemos discutido en clase; éstos son, la actitud de los japoneses y los venezolanos con respecto al suicidio y al trabajo. Estos dos tópicos los hemos enmarcado dentro del contexto de las diferencias religiosas de los países. Pero no de la religión de la práctica de ritos y creencias místicas, sino como herencia cultural o el cristal a través del cual percibimos e interpretamos las situaciones que encontramos diariamente y que determinan nuestra actitud hacia la vida.

Para los japoneses el suicidio no es ni un delito ni un pecado, sino una salida honorable cuando se ha faltado o deshonrado al grupo al que se pertenece. Tal vez porque el sentimiento de culpa es un mecanismo social muy fuerte y muy bien utilizado por la sociedad japonesa para hacer que los miembros del grupo asuman las responsabilidades que les corresponden. A los niños japoneses rara vez se les castiga sino que se les hace sentir culpable por haber defraudado a sus padres, y especialmente a su madre. En las religiones tradicionalmente practicadas en el Japón, el Sintoísmo y el Budismo, no encontramos dioses que castiguen o perdonen a un individuo por sus actos en contra de sí mismo o en contra de la sociedad. Los deberes de un japonés son con su sociedad, por lo tanto la opinión pública cuenta mucho más que en nuestro caso. Por otra parte esta misma tradición religiosa les hace creer en la reencarnación, así que para ellos la muerte no es el fin absoluto sino que puede ser la búsqueda de otra "oportunidad". Nosotros, educados en una tradición cristiana, primero tenemos un Dios dador de vida, por lo tanto nuestra vida no nos pertenece sino que es un "regalo divino" y lo que nos sucede es por "designio divino". ¿Cuántas veces no hemos escuchado hasta a los más ateos exclamar "¡Si Dios quiere!"? Además contamos con el perdón y el castigo divino que nos ayuda a aliviar nuestras culpas, y a no rendirle demasiada cuenta a la sociedad. Luego creemos que tenemos solo una vida, una sola oportunidad, que para los más creyentes continuará eternamente en otro plano en el paraíso, el infierno, el purgatorio, o en el limbo, y para los menos creyentes en el "hoyo". Por lo tanto para nosotros la determinación de suicidarse en una medida extrema e irreversible, puede ser un acto de rebeldía, se discute si de cobardía o valentía, pero para los japoneses es un deber social.

Con respecto a la actitud hacia el trabajo, hemos comentado en clase, para los japoneses su lugar de trabajo no es más que la extensión de su casa, parte de su círculo de relaciones más íntimas, su "UCHI". Así vemos como los japoneses al llegar a su trabajo se quitan los zapatos y hasta se pueden poner ropa más cómoda. Durante las largas horas que pasan en la oficina no necesariamente están trabajando activamente, pero la presencia física del empleado en la oficina es muy importante. Es la mejor demostración de lealtad hacia sus compañeros. Tampoco para los japoneses eso significa un gran esfuerzo, para ellos eso es parte normal de la vida. Hay que trabajar, y para muchos el trabajo es su razón de ser. Nosotros los venezolanos percibimos el trabajo como una necesidad y una obligación, aun cuando disfrutemos de lo que hacemos. Además hacemos una gran diferenciación entre "el trabajo" y "la casa". El trabajo es la manera de "ganarse el pan" y no tiene nada que ver con el disfrute de la vida. ¿De dónde vendrá esa actitud? Especulando con mis estudiantes en clase nos acordamos de aquel pasaje bíblico del Génesis donde Dios al expulsar a Adán y Eva del Paraíso los condena con aquel: "Te ganarás el pan con el sudor de tu frente". El trabajo es el castigo de Dios y el Paraíso es aquel lugar donde se "come" sin tener que trabajar. Otros ejemplos bíblicos son aquellos del "Maná del cielo" y del "Dios proveerá". ¿Será esto el origen de nuestra actitud hacia el trabajo? ¿Será esto parte de nuestra herencia cultural? ¿Por qué los japoneses no son así?

Con estos dos ejemplos sólo he querido ilustrar como a través del estudio de la cultura japonesa nuestros estudiantes pueden terminar por conocerse un poquito mejor a sí mismos como individuos y como miembros de su grupo cultural al contrastarse con gente que maneja otros patrones de conducta. Por supuesto que el énfasis del curso sigue siendo Japón y los japoneses, pero las comparaciones con nuestro país son inevitables.

Universalia nº 1 Abr-Jul 1990